Mediante este concepto se alude a la manera en que en un
determinado país se articulan las instancias económicas, políticas e
ideológicas dentro de un modo de producción dominante y de las relaciones
sociales de él derivadas. Dicha articulación no es ninguna manera homogénea
para todo el país. No es igual el modo en que viven lo económico, político e
ideológico los campesinos de América Latina, que la forma en que lo hacen
sectores sociales postergados a las grandes ciudades.
Estas instancias inciden directamente en los procesos de
comunicación de una determinada formación social, y no solo en lo relativo a
los grandes medios de comunicación. Inciden también en las relaciones más
inmediatas, grupales e interpersonales.
Damos algunos ejemplos: no es difícil señalar las
implicaciones económicas, políticas e ideológicas que tienen los grandes medios
de comunicación. Piense en el papel de la televisión, tanto en la difusión de
estereotipos como en la propaganda destinada a mantener la población dentro de
muy pobres esquemas de interpretación de la realidad.
Una formación social tiene su historia, dentro de ella es
posible analizar y entender la manera en que se consolidan las tradiciones,
formas de valores y enfrentar la realidad, formas de relacionarse. Nos
referimos a la cultura en general, pero ella se especifica en cada caso, según
los sectores sociales en cuestión. No es posible pensar que cultura al margen
de la influencia institucional (la Iglesia, el Estado, entre otras) de la
manera en que se determinan los códigos de relación de la población de la forma
en que dichos códigos fijan precisos límites a la conducta cotidiana. Todo esto
es capital para entender el esquema tradicional de comunicación. Uno no es
simplemente emisor, uno es emisor en situación, dentro de tensiones
sociales, dentro de ciertas relaciones de poder, dentro de un grupo y no de
otro.
En otras palabras, lo que fundan al emisor no está en lo
esencial, en el sino en las relaciones sociales dentro de las cuales se inserta
y vive, según los límites fijadas por la formación social a cada sector de la
población. Esto no quiere decir de ninguna manera que tales límites sean de
hierro, que la conducta diaria esté determinada totalmente por las condiciones
económicas, políticas e ideológicas vigentes. Precisamente el proceso de
formación social permite reconocer relaciones sociales contradictorias,
espacios de autonomía relativa, presencia simultánea de distintas formas de
producción social... Pero siempre se es emisor en una determinada situación,
aún cuando la misma contradiga, o busque contradecir de alguna manera las
instancias dominantes.
Sartre, en su prólogo a EL Idiota de la Familia afirma
que Flaubert fue un pequeño burgués hijo de una familia pequeña burguesa del
siglo XIX. "Esto no implica, señala, por qué escribió Madame
Bovary". Y para explicarse el origen de esa obra el autor inicia un
estudio a partir de una inmensa cantidad de información (estética,
psicoanalítica, histórica, sociológica...) Sin embargo, sus límites máximos
están en la Francia de la segunda mitad del siglo XIX. El momento histórico de
esa formación social es el horizonte último de comprensión. Sin duda hay mucha
información que no se agota en la consideración de lo macro, de lo general. El
error ha sido confiar toda la interpretación a un análisis de ese horizonte. Es
preciso pasar a otros planos para poder comprender lo que ocurre realmente
dentro de un proceso de comunicación. Por último, una formación social nunca
está sola, sufre las influencias de otra.